El pasado 10 de Noviembre publicaba tanto en Facebook como en Twitter que mi perro Cora, un husky siberiano, se había perdido.
Inmediatamente amigos y seguidores se interesaron por lo sucedido.
Paralelamente, mi familia publicó otra imagen del perro en sus cuentas de Facebook.
En los días siguientes, ambas imágenes fueron compartidas 65 veces, recibiendo 24 comentarios y 11 “me gusta”.
Estas cifras pueden ser pequeñas a escala global, pero la búsqueda se centró en la zona geográfica de Cartagena ciudad.
En Twitter, las cifras fueron menores, pero no por ello menos importantes: el escrito recibió 16 retweets, mi usuario @mrguasch 12 menciones, y gané 4 seguidores relacionados con la búsqueda.
El miércoles 5 de Diciembre, una llamada de teléfono nos avisaba de que habían localizado al perro. La persona que llamaba no era conocido nuestro, pero se había enterado gracias a una amiga que le enseño la foto del perro a través de Facebook.
Este hecho demuestra la utilidad de las redes sociales, pero sobre todo, la buena voluntad de personas desinteresadas que aun no conociendo a los dueños ni al perro, al creer haberlo localizado, realiza una llamada de teléfono.
Al final, lo que queda son las buenas personas y sus actos. A veces no actuamos correctamente por pereza, vergüenza o rencor. En estos tiempos donde se critica a las redes sociales por el mal uso que se le da, por parte de acosadores, también hay que destacar que gracias a ellas, personas buenas pueden hacer llegar sus acciones más lejos aun que con los medios tradicionales.
Por todo ello, quisiera romper una lanza a favor de todas las personas que comparten imágenes de animales o personas perdidas, y que colaboran desinteresadamente en su búsqueda. Esas personas son las que hacen mejor el mundo.
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