Para acercarnos a los conceptos de creación y perfección, tanto en la obra teórica como en la pictórica de Durero, –Albrecht Dürer en alemán, (1471-1528)– el camino más fácil es, sin duda, estudiar lo que el propio artista dice al respecto en sus numerosos escritos.
Uno de los más serios esfuerzos de este artista, consistió en fijar un status a la pintura dentro de las artes liberales, separándola de las otras artes manuales entre las que había sido clasificada a lo largo de la Edad Media.
Es un autorretrato en el que se representa como hombre de cultura y de letras. Caballero digno de la confianza y amistad de las clases elevadas y aristocráticas.
Durero se ocupó de dejar por escrito como debía ser la formación del pintor, si bien va más allá de la pintura al afirmar que “esta doctrina de las proporciones, si es correctamente entendida, servirá no solo a los pintores, sino también a los escultores, los fundidores y a los alfareros así como aquellos que desean fabricar figuras”.
El artista precisa un talento y una habilidad especial; necesita una educación liberal y un conocimiento de las cosas humanas y de la naturaleza; ha de ser un científico.
De hecho, estos conocimientos han de ser fundamentalmente matemáticos, porque la teoría de las proporciones y la teoría de la perspectiva lineal son estudios matemáticos, que suministran los principios en cuyo marco la realización pictórica puede ser unificada y resultar bella.
Belleza que Durero entiende como “la armonía de una cosa con otra”, la cual debe aspirar a representar el artista.
Y para ello aconseja que “no se debe suprimir nada de la naturaleza” si bien “lo que escapa a los sentidos no tiene razón de ser” pues “la utilidad forma parte de la belleza, por esto lo que resulta inútil al hombre no es bello”.
No obstante, advierte que “la malformación intentará continuamente introducirse en nuestra obra” por lo que afirma que “si deseamos encontrar una buena medida y a través de ella introducir en nuestra obra algo de belleza, el medio más útil consiste en tomar la medida de muchos hombres del natural” ya que “ningún hombre puede servirte de modelo él solo, pues no existe ningún ser humano sobre la tierra que sea absolutamente bello: siempre podría ser mucho más bello”.
Durero aconseja como primera enseñanza “copiar mucho arte de expertos en la profesión hasta llegar a la soltura de mano deseada”. Pero a pesar de todo esto, “es difícil llegar al arte técnicamente perfecto, ingenioso y amablemente bello, por lo que, quien no se sienta hábil para eso, que no se comprometa, porque debe proceder de una inspiración superior”.
Ahora bien, quien posea esta inspiración y haya “alcanzado una buena práctica podrá realizar algo bueno sin ningún modelo, en la medida de nuestra capacidad.
No obstante siempre resultará mejor si la copiara del natural, pues nunca nadie puede sacar de su propia imaginación una bella figura, a menos que a fuerza de copiar la naturaleza haya llegado a llenar de ella por entero su mente”.
En este caso “si le fuera posible vivir eternamente de sus ideas interiores –aquellas de las que escribe Platón– podría producir siempre algo nuevo a través de sus obras”.
Pero los orígenes de las preocupaciones estéticas de Durero, los encontramos en su primer viaje a Venecia.
Al llegar allí conoció la obra de Bellini, Mantegna y los grabados de Pollaiolo.
La técnica, pero sobre todo las figuras humanas, proporcionadas y desnudas, le impresionaron mucho. Copió algunas y se inspiró en estatuas clásicas para hacer sus propios experimentos de perspectiva y proporción, dos temas que nunca dejaron de interesarle.
En Venecia dibujó todo tipo de objetos que le llamaron la atención: el león de San Marcos, un cangrejo, los extravagantes atuendos de las damas venecianas...
Pero sin embargo, Durero no firmó todas sus obras, solo las que el artista concedía valor como obras de arte.
Dada la alta estima que tenía de sí mismo, este hecho sirve para dar cuenta de qué era arte y qué no lo era en su época.
Durero no firmó ni anotó, por ejemplo, las acuarelas sobre paisajes que realizó, pues las realizó tan sólo como recuerdo para luego usarlas en los fondos de sus cuadros. Eran herramientas de trabajo, no trabajos concluidos.
Lo mismo ocurre con algunos dibujos y apuntes, sobre todo de temprana edad, si bien posteriormente firmó alguno de ellos debido al gran interés que tenían sus obras.
En el año 1500, obsesionado por la teoría de la perspectiva y las proporciones humanas, se puso en contacto con el pintor veneciano Jacobo Barbari para que le adiestrara en estos temas.
El fruto de su trabajo es el impresionante autorretrato frontal, en el que se identifica a sí mismo con Cristo.
Es el llamado Autorretrato con pelliza a la edad de 28 años.
En él se representa como salvador, con la mano bendiciendo, pero no tiene ninguna actitud blasfema, si no que representa la identificación entre la creatividad del artista y el poder divino de Dios, que la dirige. Por ello, al presentarse como Cristo, se presenta como el salvador de las artes.
Cinco años más tarde, emprendió un segundo viaje a Italia, donde esta vez fue recibido como un gran artista, con grandes celos y rivalidades por parte de los artistas locales.
En Venecia acabó con falsificaciones de obras suyas que estaban realizando y se consagró como artista al realizar “La Virgen del Rosario” para la iglesia de San Bartolomé.
De vuelta a Alemania pintó Adán y Eva, donde pone en práctica todas las teorías de las proporciones estudiadas; y una seria de grabados de los que destacan Melancolía I y San Jerónimo en su celda, ambas muy bien estudiadas por Panofsky.
Mientras Melancolía I, que representa el temperamento de los artistas o la creatividad, está rodeada por todos los atributos de la geometría y las artes constructivas, se desespera por el hecho de ser consciente de que existen reinos de pensamiento que le son inaccesibles; San Jerónimo representa el conocimiento sagrado y espiritualidad que podemos encontrar en las escrituras.
Por ello, en estos dos grabados que realizó conjuntamente se resumen todas sus ideas sobre el arte, la creación y la perfección.
Y la idea principal es que mediante la ciencia podemos acercarnos más a la verdad, la belleza y la perfección, pero nunca podremos alcanzarla por ser obra divina.
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